martes, 9 de abril de 2013

Tópicos típicos


Desde la primera vez que la vi en televisión, no me hizo gracia la tal Ana Simón. Independientemente de la calaña de mi sentido del humor, nunca he compartido sus maneras, su puesta en escena ni esos diálogos memorizados escritos por guionistas más o menos lúcidos. El chiste fácil no es bienvenido para la que escribe, menos cuando ningunea a personas o colectivos que no interfieren en la libertad de expresión o pensamiento de los demás.
Hasta hace unos días, Ana Simón era para mí una chica que estaba haciendo lo posible por aprovechar una oportunidad de oro en televisiones "de primera". Por cierto, ignoro cuáles serán sus pretensiones en la caja tonta, pero intuyo que no le llegará nunca si quiera a la suela del zapato de la gran Patricia Conde -a la que, por cierto, echo de menos.

En su espacio televisivo de La Sexta, esta marioneta se ha desvanecido al ridiculizar a mi tierra, a los devotos y religiosos que disfrutan de una de las fiestas más populares y tradicionales de nuestro "bendito" país. Por si no lo sabe, la libertad religiosa es una práctica habitual por esta zona. Con poco garbo y menos gracia, ha escupido frases que ayudan poco a eliminar tópicos sobre la moribunda Andalucía que nos han dejado, escudándose en un espécimen germano sobradamente prepotente y ataviado con ropa de boy scout que seleccionaba intencionadamente sus entrevistados con la única finalidad de sacar a relucir un friquismo que, personalmente, nunca he visto en ninguna de las treinta semanas santas que llevo vividas.

En este tiempo, he compartido con mucha gente -más o menos católica, más o menos atea y andaluza cien por cien- sábados de Gloria con aderezo, domingos de Resurrección con ilusión, pujas desmedidas e insultantes en Carreritas, miradas de reojo entre distintas hermandades, piques, comentarios desafortunados, risas y lágrimas de emoción y admiración ante imágenes -no "estatuas", Ana Simón. Incluso me he permitido el "lujo" de reflexionar sobre algún que otro gesto de ostentosidad en hermandades en un momento en que en mi pueblo hay familias y niños que pasan hambre, ya que en este punto me desoriento con tanto relativismo y pierdo la noción del verdadero espíritu cristiano, ese que el recién elegido Papa parece querer retomar ¿El Catolicismo dictamina engrosas las arcas de las hermandades o pensar en las necesidades del vecino que no llega a fin de mes, independientemente de las limosnas? A propósito de esta reflexión, se me viene a la cabeza la reciente publicación del New York Times, que plantea cuestiones en esta línea.

Pero volviendo al tema de la recurrencia a tópicos –más o menos ciertos, más o menos infundados- he percibido durante estos días cierta crispación entre el público, que menosprecia a la rubia y jalea al genial humorista Manu Sánchez. Visto su sketch, he de decir que esperaba más de él, me ha decepcionado, lo he visto demasiado benigno en esta especie de llamada de atención amparándose en la excusa de que “no nos insulta”. Parece que la mordacidad para con Anita Simón la ha guardado para su pizarra sobre la imputación de la Infanta Elena. Una pena, porque con las actuaciones de doña Elena de Borbón a quien únicamente se “perjudica” es a su propia familia, mientras que con la ridiculización de nuestra Semana Santa, La Sexta y la marioneta rubia se mofan de nueve millones de andaluces. Así es.

Si nos conformamos con aplaudir a Manu Sánchez y no nos vacunamos contra el “síndrome de inmunodeficiencia ciudadana” –en palabras del genial José  Antonio Marina, referido a la pasividad del ciudadano, seguiremos viendo tópicos sobre Andalucía una y mil veces. En las series de televisión la chacha, el gracioso, la buscona y el holgazán son de la Subbética, en anuncios publicitarios de limpieza, ahí está la mujer –que no el hombre- con nuestro acento. Incluso en nuestra propia clase política tenemos casos destacables. Si tanto nos molesta que se rían de nuestra “cultura” del analfabetismo, el borreguismo y la holgazanería, demostrémosle a estos impresentables, ignorantes y dogmáticos que somos más de lo que ven.


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