martes, 17 de enero de 2012

LOS ADULTOS SOMOS RAROS


Los adultos somos raros. Y no creo que sea preciso ser sociólogo para suscribir esta afirmación Hace unos días vi anunciar en Disney Channel –lo que aprende una viendo el canal infantil- la película de El Principito. Como no me quedé con el día ni la hora, ni volví a acordarme del tema, no la vi. De todos modos, en el momento en que las imágenes del protagonista daban color a la pantalla de mi televisor se me vino a la memoria el momento en que me leí la obra de Saint-Exupéry.

He de aclarar que lo leí tarde, muy tarde, pero lo bueno de haber entrado en contacto con este texto es la reflexión que hice tras su lectura. Si lo hubiera leído con siete u ocho años no le hubiera prestado atención a ciertos matices, ya que pese a su estructura –está escrito a modo de cuento infantil- el texto es un profundo análisis del significado y sentido de la vida, el amor y la amistad.  Una de mis frases favoritas es aquella que dice “todas las personas mayores primero fueron niños”. Es una pena dejar de ser niños para convertirnos en adultos, sobre todo cuando vemos el peligro que el adulto supone para la Tierra.

Hay circunstancias de nuestra vida cotidiana que me hacen pensar en lo raro –cuando no absurdo- que puede llegar a ser nuestro comportamiento. Por eso, alguna que otra vez he pensado qué diría de nosotros si El Principito nos viera, por ejemplo, un día cualquiera en el que estamos ensimismados, pendientes a nuestras obligaciones, pegados al teléfono, al ordenador y a las tareas cotidianas. Ese día nos cruzamos con un amigo por la calle al que queremos mucho, al que hace bastante tiempo que no vemos, que sabemos que tiene un problema desde hace tiempo y le saludamos efusivamente. Acto seguido, en vez de decirle todo lo que hemos pensado nada más verle, le propinamos con un “oye: a ver si nos vemos un día de estos y nos contamos, ¿no? Hoy tengo muchísima prisa”. Si el protagonista del cuento de Saint-Exupéry fuera testigo de este “diálogo” se quedaría absorto, y pensaría ¿por qué posponer el encuentro?

En este tipo de situaciones, lo “normal” hubiera sido detenerse, acercarse al amigo y atender a sus circunstancias. El Principito sabía que su Rosa era frágil y necesitaba mimos y cuidados, al igual que la amistad.”No se debe nunca escuchar a las flores, sólo se las debe contemplar y oler. La mía perfumaba mi planeta pero yo no era capaz de alegrarme de ello”, decía. Los adultos, en cambio, “lo complicamos todo”. Seguramente esperaremos al último momento, e incluso dejaremos escapar la oportunidad mostrarle a nuestro amigo interés por él y por su problema. Incluso puede caber la posibilidad de que, estando tan ocupados resolviendo los males del mundo, hablando horas y horas con máquinas y obviando la luz del sol, el aire limpio o la sonrisa de nuestros seres queridos, un día nos enteremos de su fatal desenlace. Ese día sólo nos quedará el reproche, el arrepentimiento y… la certeza de que tropezaremos otra vez en la misma piedra.  Más de uno debería toparse con el Zorro, el personaje que ayuda al protagonista de la historia a conocer el sentido de la amistad. Él le regaló un secreto: “sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos”. 

1 comentario:

  1. Un libro estupendo, eso sí, para leerlo más de una vez. El Principito no entendería nada de este mundo, pero claro, él en su mundo no tiene televisor, ni radio, ni móvil, ni internet... sólo su imaginación... y su flor. No poseer nada material te da mucha ventaja en todo y te da mucha libertad; las posesiones te poseen ;-)

    Un saludo

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