jueves, 1 de septiembre de 2011

Noveno mes

Hoy es 1 de septiembre.

Una fecha muy significativa, por no decir puñetera. Tiene muchos matices: la vuelta al trabajo, la rutina (que la  criticas, pero acabas echándola de menos), los atascos, las colas en el médico, en el supermercado y en el banco; vuelve a no haber aparcamiento en el centro. La radio y la televisión retoman la normalidad, lavándole la cara a muchos presentadores y decorados y diciendo adiós a los sufridores becarios. Incluso en el cine comienzas a ver películas que pueden llamarte la atención. Pasas por la puerta del gimnasio y ves caras conocidas que te recuerdan que ya es hora de volver. Corrillos de hombres mayores se preguntan si este año tienen mucha o poca aceituna. Más o menos, eso es un septiembre de toda la vida de Dios en mi querido pueblo.

"Hasta el año que viene, querido bikini y queridas chanclas". Es el momento de deshacer las maletas, de echar del mueble bar del salón a la araña estúpida que quiso ser okupa y de mirar con detenimiento las cartas que se han acumulado en el buzón. "¡Oh, oh! ¡Madre mía!" -exclamas, como si no supieras de qué va la cosa- "¡Qué oportunas! Tienes en la mano facturas de la compañía eléctrica, del teléfono, el primer recibo de la venta a plazos del mini viaje de julio, el seguro del coche, el de la casa  y... el recibo de la contribución. Te dices: "¿no sería mejor haberme quedado fuera?". Eso para empezar. Pero la cosa no acaba ahí. Llegas a la cocina y ves que en la despensa sólo hay dos latas de atún y un par de sobres de ave con fideos de los que compras por si acaso y que luego nunca cenas. Porque prefieres cualquier cosa para cenar antes que una insípida sopa de sobre. Miras el frigorífico y casi necesitas ponerte las gafas de sol. Al final del primer estante sólo hay lo que encuentras en un frigo vacío: una lata de tónica y un tarro de mermelada de fresa. La compraste para hacer el pastel de queso de la Thermomix, para que tuviera más consistencia la capa superior, pero luego no te acordaste de la mermelada porque te empalaga -las cosas como son- y porque prefieres desayunar algo más tradicional, véase tostada con aceite y jamón york. En fin, que toca abrir la cartera -¡ja!, como si no hubieras parado de abrirla- para ir a rellenar frigorífico y despensa.
Cuando vuelves de la compra y organizas todo te viene a la cabeza otra cosa, no sabes si peor: la vuelta al cole. Ea, lo que faltaba. A comprarle el uniforme a los niños, un par de muditas por si acaso y unos zapatos que le den si quiera hasta mediados de curso. Pero los niños te recuerdan que la mochila del año pasado está muy poco presentable y que qué pasa con las zapatillas de deporte. Ah, eso, las zapatillas de deporte. Y luego vendrán con los materiales escolares.
Total, que acabas el día 1 de septiembre hasta la médula de septiembre y deseas con todas tus fuerzas que llegue por lo menos el primero de octubre. Por eso he dicho que septiembre es puñetero, y por eso ni lo he nombrado en el título, para que duela menos.

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