Hace justo un año retomé mi hábito por la escritura,
aprovechando las facilidades que los blogs ofrecen y sacándole el jugo a mis
escasos minutos libres al día –mejor dicho, a la semana- para ofrecer mi óptica
sobre determinados acontecimientos que pasan tanto a nuestro alrededor como en
el resto del mundo. Uno de los motivos por el que decidí volver a escribir fue
la necesidad de reencontrar una parte de mí que había dejado atrás junto con el
compromiso de no abandonar mi vocación, mi afición y mi interés por todo
aquello que acontece y repercute de una forma u otra en las acciones que
diariamente se llevan a cabo.
Recuerdo que uno de mis primeros artículos en mi blog
personal estaba dedicado al oficio de periodista y a los peligros que conlleva
en este mundo que algunos proclaman “plural”, “libre” y “abierto”.
Por aquel entonces entré en contacto con una de las
mayores enemigas del régimen castrista en Cuba, la bloguera Yoani Sánchez, una
valiente joven que desde su blog “Generación Y” cuestiona la versión oficial de
la realidad de su país y a la que muchos atacan por el mero hecho de ser mujer.
A partir de entonces, me interesé por el oficio de informador en las zonas más
conflictivas –al menos con respecto a la libertad de prensa- en el mundo. Corroboré
algo que aprendí antes de ir a la facultad: que el periodista no solo es un
personaje incómodo, sino un peligro para quienes desean obstaculizar la
información en un momento dado y asfixiar los regímenes más o menos
democráticos. El pasado 3 de mayo se celebraba
el Día Internacional de la Libertad de Prensa, una efeméride cuyo origen data
de 1993, una iniciativa de los países miembros de la Unesco y con la
finalidad de "fomentar la libertad de prensa en el mundo al reconocer que
una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda
sociedad democrática". En la práctica, nada ha cambiado, de hecho prácticamente a diario se cometen delitos
contra los informadores en países como Somalia, Afganistán, China, Cuba,
Bolivia, Venezuela, Marruecos, etcétera, etcétera, etcétera. Los delitos contra
las mujeres periodistas son especialmente vejatorios. Eludiré detalles.
El motivo por el que me centro en el tema del
periodismo, la libertad de prensa y la figura femenina se debe a un hecho que
ha sucedido esta semana y que me ha llamado poderosamente la atención. Me
refiero a lo ocurrido en Grecia, con motivo de los resultados electorales
chirriantes en las elecciones celebradas recientemente, esa imagen que ha dado
la vuelta al mundo: un “líder” ultraderechista -o neonazi, como señalan muchos
medios-acompañado por antropomorfos con aires de matones de discoteca obligan a
un grupo de periodistas a ponerse en pie en señal de respeto al “líder”. Grecia,
la Hélade, ese país al que venero y al que deseo visitar ansiosamente. Grecia,
la cuna de la civilización occidental, el lugar donde se instituyó la
democracia y que encumbró términos como estoicismo, asamblea, política,
sabiduría… Ese maravilloso lugar en el que una vez los principios sobre los que
gobernaba eran: eleuthería
(libertad), isegoría (la igualdad de
palabra o libertad de expresión) e isonomía
(la igualdad ante la Ley).
Ver esa imagen
del “líder” con los matones y caerse estrepitosamente todos los conceptos que
Platón y compañía escudaron fue una misma cosa. Es cierto aquello de que “todo
cae”. Y tanto. A saber las aberraciones que cometerían en nombre de la isegoría
e isonomía según el “líder” en el hipotético y desastroso caso de que hubieran
accedido al gobierno… Por cierto, la valiente periodista que se negó a hacer
caso a los ogros fue expulsada de la sala, pero dejó bastante claro que no todo
vale en nombre de la libertad.
Quizás ella haya tenido más suerte que
Tawakkul Karman, la periodista yemení que hace un mes escaso recibió en su
móvil, mientras la entrevistaba una homóloga de la revista ELLE, un mensaje de
Al Qaeda con una amenaza de muerte. Fue galardonada con el Premio Nobel de la
Paz el año pasado, pero para ella lo realmente importante es seguir luchando
por la democratización de su país, por mejorar la penosa situación en que las
mujeres viven. Tawakkul no le teme a la muerte ni a sus detractores, por lo que
tanto ella como quienes asumen la responsabilidad de luchar a cara descubierta
por mejorar la situación de la mujer en las zonas más peligrosas del planeta
merecen, a mi juicio, un papel más destacado del que tienen. Yo les daría más
focos y más micrófonos, más primeros planos en televisión y más voz a sus
palabras, porque los premios y las distinciones de estas mujeres son pequeños
pasos para la mujer, pero grandes pasos para la humanidad.
Tal vez, gestos como estos, algún día contribuyan a
hacer real y palpable esa “primavera árabe” de la que tango se ha hablado. Tal
vez entonces pueda cada una vestir a su gusto sin necesidad de disimular
conformidad con el niqab. Tal vez
dejemos de observar imposiciones fraudulentas derivadas de una interpretación
macabra de ciertas escrituras “sagradas”. Y tal vez, en ese momento, se
confirme una sospecha personal: que el demonio no es una mujer, sino un hombre
que se moría de envidia por no ser una.
Muy bien expresado compi!!! sigue escribiendo...que tienes un don no un donazo...
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