miércoles, 15 de junio de 2011

Cuando menos te lo esperas

Un día, cuando menos te lo esperas, te paras en seco, entornas las cejas y escuchas atento a tu conciencia. Habitualmente no le prestas mucha atención porque te limitas a cumplir con tus obligaciones y la mandas a callar con pretextos estúpidos, pero en ese preciso y breve espacio de tiempo decides centrarte en lo que te intenta transmitir.  Piensas en muchas cosas en las que antes no reparabas, no las imaginabas siquiera. Sólo entonces caes en la cuenta de que algo en tu vida ha cambiado y ya no hay marcha atrás. A partir de ese mismo instante, tu pensamiento navegará por parcelas totalmente desconocidas, novedosas, excitantes, decepcionantes a veces. Como consecuencia de ello, tus palabras, tus acciones e incluso tus gestos se habrán transformado para siempre. Nada te volverá a hacer sentir como antes porque nada será como antes. Ese momento, esa milésima de segundo determinará para siempre tu vida y la seccionará en dos partes, dos fragmentos irreconciliables, como la peor de las enemistades. Suspirarás, tragarás saliva y el corazón te palpitará más rápido de lo normal. Sentirás un cosquilleo que recorrerá tu cuerpo. Sentirás sed e intentarás saciarla, pero no desaparecerá fácilmente.
Sabrás que has caído en la trampa una vez más. Eres un perdedor y sólo se te ocurrirá esgrimir una sentencia: "maldito destino, siempre me acabas ganando". Y es cierto. No puedes olvidar de que no eres más que su juguete, su entretenimiento. Puedes maldecirlo o alabarlo, pero siempre te sorprenderá, como por ejemplo cuando, caprichoso, cruza en tu camino a personas importantes que nunca, nunca olvidarás en tu vida.

1 comentario:

  1. Escuchar a tu conciencia, mirar a tu interior y, seguidamente, abrir los ojos y contemplar la realidad produce cuanto menos vértigo. Lástima que el día a día narcotice con tanta rapidez nuestras conciencias.

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