viernes, 29 de abril de 2011

Medio mujeres

Hace unos días vi una película llamada La rosa del desierto, la cual recomiendo encarecidamente. Está basada en hechos reales y narra una historia dura, muy dura, que no tiene final feliz porque el final es la vida misma. Se me viene a la cabeza una de las mayores humillaciones que sufre a diario unas seis mil mujeres en el mundo. Un castigo que se sufre en silencio, que escuece, que produce un dolor que te retuerce, te ahoga, te quema, te desangra y a veces incluso te mata.
Una crueldad mayúscula que debe avergonzar a quienes la toleran pero lejos de eso, ellos miran a otro lado. A veces disfrazan la vergüenza de diplomacia, hipócrita cobardía; otras veces afirman hacer todo lo posible para impedirlo, pero es mentira. Es una salvajada y no tiene justificación que se siga haciendo.
Se trata de niñas, de niñas muy pequeñas a quienes marcan de por vida sin dejarles opción. A ningún dios ni a ningún profeta (habría de ser más bien Satanás) se le ha ocurrido semejante locura. A mí se me encoge el alma y me hierve la sangre, por eso dedico mi artículo a quienes esconden en secreto el terror de haber visto sesgada parte de su anatomía con una asquerosa y oxidada cuchilla polvorienta cuando empezaba a ver la  vida. Dedico mis letras a las SEIS MIL niñas obligadas DIARIAMENTE a ser medio mujeres en un mundo gobernado por hombres que obedecen cual borregos a costumbres salvajes fundadas en no sé qué dogma. Esta práctica no sólo se lleva a cabo en lugares remotos del continente africano, sino en civilizadísimas urbes europeas (llámese Dublín, Estocolmo, Madrid o París, por citar algunos ejemplos) alejadas del resto de la tribu. Pero al final sólo serán medio mujeres, porque aunque lo deseen ya no podrán llevar ellas las riendas de sus vidas. Han sido rotas, silenciadas y forzadas a seguir viviendo en un mundo de hombres. Millones de personas profesan religiones muy diferentes y todas ellas merecen ser respetadas, pero lo que no me merece sino una repulsión tremenda es que se siga haciendo oídos sordos a la mutilación del clítoris.

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