Mayo atípico

"Chaparrones de mayo lavan los pinos...".

Cada año, después de la visita de un invierno no excesivamente duro llega una inquilina nueva, una fugaz primavera -de un mes, mes y pico- que cede su sitio a un extenso estío que acompaña a esta bendita tierra andaluza hasta octubre o noviembre. No obstante, este año la cosa meteorológica ha tomado un cariz bien distinto: tormentas, vientos fuertes, chispitas y chaparrones hacen acto de presencia cada dos por tres. Si no fuera porque hace semanas que se pueden degustar los deliciosos caracoles picantitos en los bares al mismo tiempo que aparecen en las cartas el salmorejo... Y si no fuera porque en las tiendas han aparecido ¡por fin! las sandías, los nísperos o las picotas, sería lógico pensar que de abril o marzo se trata. Incluso algunos días apetece ponerse una manguita por la noche -porque refresca- y echarse la sabanita por encima al dormir. Más aún: todavía hay quienes no han quitado ni la ropacamilla. Tela de raro.
Y otra cosa: de no ser porque las costureras del pueblo andan revueltas entre hirvanes, volantes y cremalleras. Las costureras, ¡ay! qué atareadas están, menos mal que este año tienen un poco más de tiempo, pues El Rocío se atrasa hasta juntarse casi con la feria. Será que estamos en mayo.
El quinto mes del año, el de las alergias, el calorcito, la galbana del mediodía, los fines de semanas de escapadas a Matalascañas, las noches sentados al fresquito en la puerta o en las terrazas de los bares, el tinto de verano y los arreglos de fachadas antes de que llegue la caló gorda. El mes en que se empieza a dormir con las ventanas abiertas escuchando el cantecito de los grillos, se cuentan las primeras picaduras de mosquitos, las salamanquesas vacilan mirando a quienes no podemos vivir en vertical, cada miguita de pan que cae al suelo es invadida por las hormigas, las joiapolarmas cucarachas... se podían quedar en las entrañas de la tierra.
Seguro que junio trae el calor de los dos...