lunes, 16 de mayo de 2011

El día a día y Takotsubo

Hoy he vuelto a pasar por el la sala de UCI. He vuelto a dedicar una mirada esquiva a las decenas de personas anónimas que, con ojos llenos de lágrimas y dolor esperan una noticia de su ser querido. Cuando pasas muchas horas en un hospital al final te acabas acostumbrando al sufrimento ajeno y anónimo, aunque puedo aseguraros que eso no es nada agradable y, lejos de insensibilizarte, te afecta. Ves cómo los médicos intentan dar la noticia a los familiares con el mayor tacto posible. Observas a los desesperanzados mirando al infinito buscando respuestas inexistentes ante un hecho ya irreversible. Oyes sollozos ahogados en un rincón, en una incómoda silla de plástico de un color insignificante y chillón. Descuelgan el teléfono pero el llanto asfixia las palabras, que llegan a sobrar. Los primeros familiares acuden apresurados y suben los escalones de dos en dos, casi sin mirar el blancuzco mármol ni la desgastada barandilla de madera. No tardan en llegar unos abrazos que intentan consolar en esos duros momentos. Saben que tienen que volver a casa sin el ser querido, con los almohadones y las zapatillas que le han acompañado durante días, semanas e incluso meses es inminente.  Respiran sabiendo que ya no dormitarán en una camilla cuyos muelles han dejado mella en una columna castigada. Tampoco permanecerán junto a la sala de UCI a la una y media para entrar en la aséptica sala. Ni tendrán que soportar la luz desagradecida del tubo fluorescente que ha acentuado este tiempo la palidez y las ojeras que delataba la tragedia.

En muchos casos el causante de todo esto ha sido el Takotsubo, una cardiopatía que se caracteriza por un movimiento anormal de la pared del ventrículo izquierdo inducida por el estrés y las intensas emociones. Takotsubo es una palabra obviamente japonesa, pero en España se le traduce por Síndrome del Corazón roto (o partío, como la archiconocida canción de mi admirado Alejandro Sanz). Literalmente, según los médicos, el corazón se rompe, a base de sufrimientos, estrés continuado y sobresaltos que el paciente ha ido acumulando en silencio. Hoy, al salir del hospital, he escuchado en la radio cómo explicaba esta enfermedad al responsable de la Unidad Quirúrgica de Cardiología del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, al doctor José María Cruz. Ha insistido en la sensación de ahogo y de presión en el pecho de los pacientes que la sufren y ha comentado que el sufrimiento en silencio alimenta el poder de la cardiopatía.
Afortunadamente, ha puesto de manifiesto que gracias a los avances médicos los pacientes pueden ser tratados, lo cual me ha tranquilizado; hace tan sólo diez años la cirugía era mucho más complicada, implicaba muchos más riesgos que en la actualidad.
¿Qué hubiese sido de la literatura romántica, de haber conocido este padecimiento? Seguro que muchos literatos hubiesen dedicado párrafos interminables a describir cómo el dolor por la pérdida de la amada, putrefacta y enterrada en un tétrico cementerio de piedra agrietaba las paredes de los ventrículos del corazón, liquidaban las arterias y las atrofiaba hasta quedar el corazón con forma de... quién sabe qué hubieran hecho para averiguar la forma. Algunos escritores románticos pasaban la frontera de la cordura.

Sería estupendo que la conciencia no pudiera con la fortaleza del motor del cuerpo humano, que los pinchazos, la sensación de asfixia y de presión no fuera algo más que imaginación. Sería mucho mejor que las personas se quedasen con lo positivo de la vida, aunque en algunas situaciones esto es francamente difícil.

1 comentario:

  1. Es curioso que el término común sea en japonés.... aquel pueblo que ante las adversidades aparece impasible, sin dar señales de sufrimiento, dolor o tristeza.
    Mal negocio importando esta costumbre del stress y la agonia en silencio.
    Voto por salir a la calle y practicar el sano ejercicio de la vida mediterranea, os apuntais?

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